Es una especie de ADN del hampa tucumana. En los prontuarios, debajo del nombre del procesado aparece su apodo y demás datos personales. Los sobrenombres, fueron, son y serán una herramienta para ubicar e identificar a una persona que fue acusada de cometer un ilícito.

Muchos de esos apodos vienen de la infancia, pero otras veces son bautizados por los mismos efectivos policiales para poder terminar de completar los datos que se requieren en las fichas. En esta tarea hay de todo. Ingenio popular, mezclado con humor y hasta con crueldad. Son tantos que vale la pena clasificarlos.

Apariencias

El ingenio popular suele ser impiadoso a la hora de remarcar los defectos o las cuestiones físicas. Esa regla se mantiene a la hora de elegir sobrenombres en el mundo del hampa. Están los tradicionales “Gordo”, “Tuerto”, “El Menor”, “Jetón” y “Rengo”, entre otros. En el caso de los que tienen kilos de más, para evitar confusiones, se les agrega un nombre u otro apodo para identificarlos como “El Gordo Ale”, “El Gordo Rubio” y “El Gordo de Leales”.

Las cabelleras también suelen ser fuentes de inspiración. Por eso existen “Mocho”, “Mechudo”, “Rubio” y “Nacional B” (por ese característico peinado que impusieron los jugadores del ascenso). A los delgados los llaman “Pucho”, “Piolín” o “El Seco”. Pero en este rubro también aparece un “Costeleta”, que fue bautizado así porque es tan flaco que puede pasar de costado entre las rejas.

“Patita”, es el que tiene los pies pequeños; “El Sucio”, el que no es un apegado a los hábitos de higiene personal; “Petaca” o “Damajuana”, persona de poca altura y regordete; “Bola 8”, un hombre con unos kilos de más y de tez oscura y “Lupa”, porque usa anteojos con gruesos lentes. “Garra” fue utilizada para bautizar a delincuentes con mucho amor propio, que tenían olor a pies y porque no se cortaban las uñas.

Caras

Cuentan los policías retirados que cuando presentaba un detenido a una comisaría, se les preguntaba qué apodo tenían y, si decían “ninguno”, en el acto lo bautizaban. Y el rostro era lo primero que le observaban para elegirle uno.

Aunque sea una grave deformación lingüística, en Tucumán no se escribe “Cara de…” sino “Cara i’…”. Y eso son los sobrenombres más llamativos que se puedan encontrar en las actuaciones policiales y en expedientes judiciales. “Cara i’ Palta” (de significado tan amplio como la cantidad de variedades del fruto); “Cara i’ Sandalia” y “Cara i’ Ojota” (por los rostros alargados) y los comunes “Cara i’ Bollo (por su parecido al pan) y “Cara i’ Mishi” (por su parecido a un gato, ya sea por los bigote o el color de sus ojos). Hay otro que son sumamente llamativos como “Cara i’ Chicle” o “Cara i’ Diablo” que dan rienda suelta a la imaginación para tratar de entenderlos.

Carácter

Una palabra, inventada por familiares, amigos y hasta la misma Policía, es utilizada para definir el carácter o conductas de las personas que en algún momento fueron detenidas y procesadas. Se puede encontrar:

“Picudo” (se refiere a la persona que protesta); “Loco” (que es audaz y que no tiene buena conducta); “Gula” (así se denominan a los que comen sin parar); “Acero” (persona fuerte e inquebrantable); “Bala” (por su costumbre a realizar disparos); y “Chispita” (que reacciona mal ante cualquier situación).

Compuestos

Los apodos compuestos son los más extraños porque definen ciertas características que tienen que ver con algunas situaciones que van más allá de lo físico, sino que se agregan algunas conductas. Entre otros, se pueden mencionar:

- “Tirate al piso”: lo bautizaron así porque cada vez que cometía un atraco le daba esa orden a sus víctimas.

- “Quemarrancho”: un soldadito que tenía la costumbre de quemar viviendas de las personas que denunciaban a su jefe transa.

- “Gordo Cascarilla”: hombre de imponente físico que no sabía pelear a manos limpias.

- “Flaco Velorio”: hombre delgado que normalmente tenía en su rostro grabado gesto de tristeza.

- “Moncuco”: mitad mono y mitad cuco.

- “El macho de la Gata”: llámase así al hombre que está en pareja con una mujer que es conocida en el barrio con ese sobrenombre.

Descendientes

En este rubro se manejan dos situaciones bien definidas. La primera, y la más común es haber adoptado una costumbre muy arraigada de utilizar un diminutivo a los descendientes de personas que son conocidas por sus viejos sobrenombres. Hay muchísimo ejemplos: “Mono”/”Monito”, “Huevo”/”Huevito”, “Geniol”/”Geniolcito”, “Gardel”/”Gardelito” y “Mocho”/”Mochito”, entre otros.

Pero también hay otro uso. La segunda generación también suelen utilizar los apellidos para que sean identificados. Hay tres casos muy conocidos: Maximiliano Martínez e Ismael Tévez son nombres comunes, pero cambian cuando se hace llamar como “Maxi Toro” e “Isma Toro”, respectivamente. Brian Leguizamón tampoco es muy reconocido si lo llaman así, pero la situación cambia cuando lo mencionan como “El Hijo de Zenón”.

Enfermedades

Con el avance del consumo de drogas en nuestra provincia, los jóvenes son conocidos por las sustancias que consumen. Por ello, en los procesos aparecen apodos como “Pipero”, “Paquero”, “Porrero” y “Merquero”, entre otros.

También se utilizan los nombres de enfermedades para bautizar a delincuentes según diferentes criterios. “Jaqueca” o “Tortícolis” (porque sufren periódicamente de esos problemas), “Diarrea” (porque cometen errores infantiles y de manera sistemática) y “Dengue” o “Cólera” (por su peligrosidad). La gran pregunta: ¿cuánto falta para que aparezca un “Covid”?

Famosos

Las series de televisión y las películas siempre fueron inspiradores para encontrar sobrenombres, ya sea por su parecido físico o por su admiración a determinado personaje. “El Chavo”, “Quico” y “Doña Florinda”, fueron un clásico durante mucho tiempo. Después aparecieron otros como “Chuky” o “La Novia de Chuky”, “Gasparín”, “Pantriste”, “Shrek” y “Búbu”, pasaron a formar parte del glosario tucumano.

Pero nadie puede negar la influencias que generaron y generan Los Simpsons. En los prontuarios ya aparecen “Bart”, “Homero”, “Lisa”, “Larry” y “Mou”, pero increíble e inexplicablemente, surgió un asaltante conocido como “Manyula”.

El fútbol también tuvo su aporte. A los históricos “Cafú” o “Tchamí” (por su color de piel), “Bochini” (por la edad) o “Messi” (por su calidad para escaparse de los policías).

Extraños

También están los misteriosos, esos que aparecen y que no tienen ningún significado lógico. Los más nuevos son “Muñeca” y “Cuchareta”. Pero también aparecen “Monchi”, “Turry”, “Ayiyi”, “Pinchi”, “Guly”, “Perri”, “Cuntina”, “Vickingo”, “Mariachi”, “Cachuza”, “Anchila”, “Curi”, “Marciano” y “Pikui”, entre otros.

Gastronómicos

“Mila”, “Chori”, “Bollo”, “Locro” y “Churro”, son algunos de los sobrenombres que se impusieron por el fanatismo de los bautizados por esas comidas. También se conocen “Piquiyín”, “Melón”, “Manzanita” y el novedoso “Kiwi”.

Gentilicios

El lugar de residencia, el origen y la descendencia también sirven para eligir un sobrenombre. “Bombillero”, “Gastonero”, “Porteñito”, “Rosarino”, “Turco” y “Tano”, son algunos de los ejemplos que se pueden mencionar.

Inofensivos

En los prontuarios se pueden conocer apodos que definirían cualquier cosas, menos un a una persona que comete un delito. En esta lista figuran “Martincito”, “Nachito”, “Benji”, “Antolín”, “Tony”, “Bichi”, “Kuki”, “Ayito” y “Viejita”, sólo por mencionar algunos.

Profesionales

La ocupación de los detenidos también puede dar origen a algunos sobrenombres. Por ejemplo “Joyero” (la persona que reduce las joyas que roban bandas), “Chatarrero” (el que compra y vende chatarra) y “Cacha” (el ladrón que se especializa en sustraer ese parte de una moto).

Zoológico

Otra de las tradiciones es poner apodos de animales a sujetos. “Puma”, “Coy”, “Liebre”, “Carpincho”, “Zorro”, “Perro”, “Gato” y “Mister Gato”, “Jabalí”, “Oso”, “Burro” y “Tortuga”, son algunos de los que se conocen.